Thursday, September 16, 2010

Original text, Chapter 35

The polished elegance of Amadis of Gaul set the style for gracious writing and conversation in the 16th century.


[The final text of the chapter, starting with "Oriana mas lieve este mi anillo..." from the edition printed in 1526 in Seville.]

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After a summer break, Amadis of Gaul is back. Translations will be again posted every other Tuesday, but the demands of other writing projects mean that I will only be able to post commentaries on occasional Thursdays. Commentaries can be more time-consuming to prepare than the translations.

As I said in July, I think Chapter 35 ends with one of the most beautiful and joyous passages of the novel. I translated it with care, but if you understand Spanish, you may enjoy the original more. This passage begins with: "Amadis led his lady's horse by the reins and she told him how she was so frightened..."

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Amadís llevava a su señora por la rienda, y ella le iva cuán espantada iva de aquellos caballeros muertos, que no podía en sí tornar, mas él le dixo:

—Muy más espantosa y cruel es aquella muerte que yo por vos padezco; y señora, doledvos de mí y acordaos de lo que me tenéis prometido, que si hasta aquí me sostuve no es por ál sino creyendo que no era mas en vuestra mano ni poder de me dar más de lo que me davades; mas si de aquí adelante veyéndovos, señora, en tanta libertad no me acorriéssedes, ya no bastaría ninguna cosa que la vida sostenerme pudiesse. Antes sería fenecida con la más rabiosa esperança que nunca persona murió.

Oriana le dixo:

—Por buena fe, amigo, nunca, si yo puedo, por mi causa vos seréys en esse peligro. Yo haré lo que queréys y vos hazed como, aun que aquí yerro y pecado parezca, no lo sea ante Dios.

Así anduvieron tres leguas hasta entrar en un bosque muy espesso de árboles, que cabe una villa cuanto una legua estava. A Oriana prendió gran sueño, como quien no había dormido ninguna cosa la noche pasada, y dixo:

—Amigo, tan gran sueño me viene, que me no puedo sufrir.

—Señora —dixo él—, vayamos aquel valle y dormireys.

Y desviando de la carrera se fueron al valle, donde hallaron un pequeño arroyo de agua y hierba verde muy fresca. Allí descendió Amadís a su señora y dixo:

—Señora, la siesta entra muy caliente, aquí dormireys hasta que venga la fría. Y, en tanto, enbiaré a Gandalín aquella villa y traer nos ha con que refresquemos.

—Vaya —dixo Oriana— ¿mas quién gelo dará?

Dixo Amadís:

—Dar gelo han sobre aquel caballo y venir se ha a pie.

—No será así —dixo Oriana— mas lieve este mi anillo, que ya nunca nos tanto como agora valdrá.— Y sacándolo del dedo lo dio a Gandalín.

Y quando él se iva dixo a passo contra Amadís: —Señor, quien en buen tiempo tiene y lo pierde, tarde lo cobra.— Y esto dicho, luego se fue, y Amadís entendió bien porque lo él dezía.

Oriana se acostó en el manto de la Donzella en tanto que Amadís se desarmava, que bien menester lo avia, y como desarmado fue, la Donzella se entró a dormir en unas matas espessas.

Y Amadís tornó a su señora y cuando assí la vio tan hermosa y en su poder, aviéndole ella otorgado su voluntad, fue tan turbado de plazer y de empacho que sólo catar no la osava. Assí que se puede bien dezir que en aquella verde yerba, encima de aquel manto, más por la gracia y comedimiento de Oriana que por la desenboltura ni osadía de Amadís fue hecha dueña la más hermosa donzella del mundo.

Y creyendo con ello las sus encendidas llamas resfriar, aumentándose en muy mayor cuantidad más ardientes y con más fuerça quedaron, assí como en los sanos y verdaderos amores acaescer suele. Assí estuvieron de consuno con aquellos autos amorosos quales pensar y sentir puede aquel y aquella que de semejante saeta sus coraçones feridos son, hasta que el empacho de la venida de Gandalín hizo a Amadís levantar.

Y llamando la donzella, dieron buena orden de aderezar cómo comiessen, que bien les hazía menester, donde aun que los muchos servidores, las grandes vaxillas de oro y de plata allí faltaron, no quitaron aquel dulce y gran plazer que en la comida sobre la yerba ovieron. Pues assí como oídes estavan estos dos amantes en aquella floresta con tal vida cual nunca a plazer del uno y del otro dexaba fuera, si la pudieran sin empacho y gran verguença sostener.

Donde los dejaremos holgar y descansar, y contaremos qué le avino a don Galaor en la demanda del Rey.
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